22 de febrero de 2012

Movimiento por el Boicot, la Desinversión y las Sanciones contra Israel: Poder popular en marcha


Articulo de Ramzy Baroud*

Fuente: Ramzy Baroud, Ramzybaroud.net / Rebelión (Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández)

Como el Movimiento a favor del Boicot, la Desinversión y las Sanciones (BDS, por sus siglas en inglés) pone de manifiesto lo anterior, la reacción que a menudo se genera es emotiva y vehemente. Muchos reaccionan también ante el BDS porque es una campaña que actualmente está teniendo éxito. Los seguidores de Israel tienen todo el derecho a sentirse preocupados de que su discurso, cuidadosamente hecho a la medida, acerca de la infalibilidad de Israel (en yuxtaposición a la depravación palestina) -que durante décadas se ha estado promoviendo en los diversos medios y canales políticos en EEUU y los países occidentales- esté ahora sencillamente fracasando.

La reciente conferencia del BDS en la Universidad de Pensilvania, organizada por un grupo de estudiantes, el PennBDS, fue el ejemplo más reciente que sirve para ilustrar tanto la eficacia del movimiento global como la preocupación real que están sintiendo los partidarios de Israel en EEUU. Perfectamente sabedores que enfrentarse de cara a las alegaciones del BDS sería muy probablemente inútil, organizaron por doquier actos de desinformación, insultos e intimidación. Sin embargo, una estrategia tan agotada no da ya más frutos.

Los partidarios sionistas de Israel hicieron cuanto pudieron para galvanizar a la comunidad judía en Filadelfia para que se dedicara a acosar la conferencia en la que se pedía que se hiciera responsable a Israel por su ocupación militar, discriminación racial y flagrantes violaciones del derecho internacional.

Uno de los que más ira manifestaron hacia la conferencia fue Ruben Gur, profesor de psiquiatría en la Universidad. En un artículo publicado en el Daily Pennsylvanian, comparó a los organizadores de la conferencia con los “nazis”. Y escribió: “Uno de los precedentes destacados de ese movimiento fueron los grupos organizados por los nazis en la década de los treinta para boicotear, desinvertir y sancionar a los judíos y sus negocios”, sabiendo quizá perfectamente la inexactitud histórica de tal afirmación.

La presidenta de la Universidad de Pensilvania, Amy Gutmann, y el miembro de su consejo de administración, David L. Cohen, insistieron en que permitir que el BDS de Pensilvania organizara la conferencia era simplemente un deber moral que cumplía con el objetivo de “proteger la libertad de expresión aunque pueda no gustarnos” (una afirmación, cuanto menos, curiosamente equilibrada). “La Universidad ha expresado repetida, consistente y convincentemente nuestra firme oposición a esta agenda. Dicho de forma sencilla, estamos fundamentalmente en desacuerdo con la posición adoptada por PennBDS”, escribieron en el Daily Pennsylvanian. El debate se produjo en todos los medios posibles y se extendió más allá de los parámetros de la misma universidad. Extrañamente, la Federación Judía de la Gran Filadelfia quiso contrarrestar la conferencia del BDS acogiendo a nada más y nada menos que Alan Desrshowitz para que diera un discurso de urgencia en el campus. Dershowitz, conocido por su incendiaria retórica y enfoque difamatorio respecto a los activistas a favor de Palestina, se vio obligado a cambiar de táctica, ya que la conferencia y la controversia generada permitió a los activistas del BDS preparar una plataforma para organizar y trasladar un mensaje claro de paz. “La conferencia del BDS nos proporciona una oportunidad para responder al odio con mensajes positivos”, dijo Dershowitz, según informó el periódico Jewish Exponent de Filadelfia.

Las personas que se implican en la promoción de las causas por la paz y la justicia saben bien que esa histeria es un indicador de temor y de palpable debilidad. La lógica pro israelí –que justifica la superioridad racial, racionaliza la ocupación militar y defiende la limpieza étnica- carece sencillamente de valor frente a un mensaje articulado en sentido opuesto. Por tanto, cuando se ven enfrentados por tales hechos, los simpatizantes de Israel tratan de provocar “controversia”. Esta se alimenta en gran medida mediante informaciones sesgadas, lenguaje incendiario y acusaciones sin fundamento. El profesor Gur no tiene igual a la hora de representar tal modelo, mientras se dedicaba a atacar hasta al mismo periódico estudiantil: “Apenas puedo creer lo que ven mis ojos. Ya es bastante deleznable que la misma Universidad de Pensilvania se haya permitido asociarse con esta odiosa organización genocida, pero que les conceda espacio para que se ‘expliquen’ y así dignificar ese flujo de desinformación y antisemitismo…”

Sin embargo, “mientras los opositores al BDS estaban muy ocupados insultando, la gente en la conferencia se dedicaba a señalar los hechos sobre el terreno”, según Uri Hores, un activista israelí por la paz (escribió en la revista +972). Entre esos hechos se incluyeron “hechos prácticos, hechos históricos y hechos jurídicos, presentados por expertos en derechos humanos internacionales como Noura Erakat, que ofreció en la conferencia una perspectiva general del complejo sistema legal bajo el que viven los palestinos”.

Según Hores, la conferencia de Pensilvania se “preparó siguiendo el modelo de una conferencia similar celebrada en 2009 en el Hampshire College de Amherst, Massachussets”. Esto es muy importante ya que el éxito de estas iniciativas, a pesar de las difamaciones y la exagerada controversia, invita a la discusión en otras partes. Un precedente de ese tipo se produjo en abril de 2010, cuando la junta de estudiantes de la Universidad de California, Berkeley, debatió la cuestión de la desinversión de las compañías estadounidenses que estaban “material o militarmente beneficiándose” de la ocupación israelí de los territorios palestinos, sometiéndose a votación un programa de desinversión. Personalidades importantes, incluyendo a Noam Chomsky, el arzobispo Desmond Tutu, Naomi Klein y Alice Walker, hicieron declaraciones apoyando el programa, mientras que las Premios Nobel Shirin Ebadi, Mairead Maguire, Rigoberta Menchu Tum y Jody Williams firmaron una carta haciéndose eco de ese flujo de apoyo: “Nos mantenemos unidas en nuestra creencia en que la desinversión por parte de las compañías que están apoyando al ejército israelí aporta una visión de gestión estratégica y moral al dinero dedicado a la educación pública financiada por los contribuyentes. Todos somos constructores de la paz y creemos que todo el diálogo del mundo, si no hay presiones económicas, no puede conseguir que Israel cambie su política de utilizar una fuerza abrumadora contra los civiles palestinos”.

Debería indicarse que el flujo de apoyo a las iniciativas del BDS apenas se ha hecho a instancias de un grupo o individuo. Ha sido más bien una respuesta ante el llamamiento hecho en julio de 2005 por 171 organizaciones de la sociedad civil palestina.

La región del Oriente Medio está dando testimonio de un aumento del poder popular que ha inspirado al mundo. El BDS es una mera continuación de la lucha global por la justicia, y el BDS de la Universidad de Pensilvania es un mero facilitador de un movimiento en expansión que seguramente marcará el preludio de un cambio real en un paradigma colonial tanto tiempo estancado. El prominente activista palestino Ali Abunimah ofreció en la conferencia estas palabras de presentación:

“Esta histeria demente alrededor de la conferencia nos dice algo acerca del momento en el que nos encontramos. Que en términos de batalla de ideas, estamos en la partida final”. Cada vez mayor número de personas comprenden esta realidad. Una de las más famosas cantantes de rock estadounidenses, Cat Power, canceló su espectáculo en Israel, “incorporándose a una lista de artistas que rechazan al país”, según el Washington Post (10 febrero). Canceló un concierto previsto en Tel Aviv porque sintió “enferma el alma”. Numerosos artistas, compañías y personas normales y corrientes están también sintiendo lo mismo, demostrando que la solidaridad global no es solo un valor sentimental sino un auténtico podio para quienes desean auspiciar cambios positivos.

* Ramzy Baroud ( www.ramzybaroud.net) es un columnista que publica sus artículos en diversos medios internacionales. Es editor de PalestineChronicle.com. Su último libro es “My father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story” (Pluto Press, Londres), disponible en Amazon.com.

7 de febrero de 2012

Ilan Pappe: Boicot académico israelí: el 'caso Tantura'

Ilan Pappe


A finales de 1980 decidí dar un curso sobre el conflicto israelo-palestino en la Universidad de Haifa. Al finalizar, y de acuerdo con sus preferencias, los estudiantes presentaron sus conclusiones en forma de proyectos o trabajos de investigación. Algún tiempo después, uno de aquellos estudiantes -Teddy Katz-, nacido en Haifa y miembro del kibutz Magal, decidió seguir investigando la suerte que corrieron varias aldeas palestinas -en particular la de Tantura- durante la guerra de 1948, y en 1998 presentó su tesis de maestría ante la Universidad de Haifa obteniendo como calificación un altísimo 97% (yo le hubiera dado un 100%). De las pruebas reunidas, Katz sacó una serie de conclusiones, entre otras que durante la ocupación de Tantura por las tropas judías unos 225 palestinos habían sido asesinados: 20 habrían muerto durante la batalla y el resto, civiles y no civiles desarmados, habrían sido ejecutados después de la rendición de la aldea. Meses después, a finales de enero de 2000, Teddy Katz fue entrevistado por Amir Gilat, un periodista del diario Ma'ariv; la reacción entre los veteranos de la Brigada Alexandroni responsable de la captura de Tantura fue casi inmediata: algunos de entre ellos se negaron a admitir la masacre pero otros, junto con los propios testigos palestinos, confirmaron los datos recogidos por Katz. No pasaría mucho tiempo antes de que los veteranos de la Alexandroni afectados por los resultados de esta investigación interpusieran contra Katz una denuncia por calumnias, demandándole por libelo y reclamando un millón de shekels como compensación.