Los desafíos y logros de la campaña Boicot, Desinversiones y Sanciones a Israel (BDS), y su experiencia como co-fundadora de la Red Internacional Judía Antisionista, fueron los temas que abarcó la conferencia de Liliana Córdova-Kaszerginski, realizada el pasado martes en los salones del Club Palestino de Santiago.
Nacida en Francia, de padres judíos de Lituania sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial, Liliana se crió en Buenos Aires, donde asistió a una escuela judía sionista y adhirió al movimiento juvenil sionista. Luego de cursar la Facultad de Letras de la Universidad de Buenos Aires, en 1969 viajó a Palestina Ocupada donde se vinculó por primera vez con estudiantes palestinos de la Universidad Hebrea de Jerusalén, oriundos de Galilea, conociendo por primera vez el carácter discriminatorio y racista de la sociedad y régimen israelí. Ante el impacto que le provocaron las experiencias de los palestinos, decidió profundizar us conocimientos sobre la historia del movimiento sionista y de la causa árabe palestina.
Años de activismo y de desvinculación con el sionismo la llevaron a ser una de las impulsoras de la campaña del BSD en Europa, principalmente en Francia donde reside actualmente, y fue sobre esta experiencia la que compartió con los asistentes a la conferencia organizada por la Federación Palestina de Chile.
De esta manera, Córdova-Kaszerginski, explicó cómo ha ido tomando forma esta campaña que ya cumplió 5 años y que tomó vuelo con el estallido de la Segunda Intifada en el año 2000. El BDS tuvo sus primeros triunfos gracias a la rica historia de resistencia civil palestina contra la colonización sionista durante la Primera Intifada y cuyo proceso fue detenido con los Acuerdos de Oslo de 1993. Pese a que el Sionismo ha querido mantenerse alejado de su relación con el apartheid y el racismo, la Corte Internacional de Justicia declaró ilegal el muro israelí, lo que llevó a asumir una nueva estrategia de Boicot inspirada en la experiencia del apartheid en Sudáfrica.
La convocatoria insta a distintas formas de boicot hasta que Israel cumpla las leyes internacionales poniendo fin a la ocupación de tierras y desmantelando el muro; reconociendo los derechos fundamentales de las y los ciudadanos palestinos de Israel con plena igualdad; y respetando, protegiendo y promoviendo los derechos de las personas refugiadas palestinas para que regresen según lo acordado en la resolución 194 de la Organización de Naciones Unidas (ONU). El llamamiento ya fue aprobado por más de 170 partidos políticos, organizaciones, sindicatos y redes de Palestina.
Las experiencias en Europa han sido diversas: En Bélgica se logró que un importante banco dejara de invertir en Israel, mientras que en Francia se consiguió detener actividades académicas y culturales a favor del movimiento sionista. Sin embargo, el lobby israelí ha conseguido revertir algunos logros y ha perseguido a muchos activistas, como el caso de una mujer que fue acusada de “incitación al odio racial” por haber puesto una etiqueta de boicot en una botella de jugo de frutas hecho en Israel.
La eficacia y diversidad de la campaña resulta cada día más evidente. Pocos días después del ataque a la Flotilla de la Libertad, el Sindicato de Estibadores de Suecia realizó un bloqueo a barcos y cargas israelíes. En California, India y Turquía se llevaron a cabo bloqueos similares; y sindicatos belgas, británicos y vascos realizaron acciones vinculadas también con la campaña. La Unión de Trabajadores Municipales Sudafricanos (SAMWU) lanzó una campaña para crear “zonas libre de apartheid israelí”.
También se ha producido un avance sin precedentes en el campo del boicot cultural. Meg Ryan y Dustin Hoffman cancelaron su asistencia al 2010 Jerusalem Film Festival después del ataque a la Flota, mientras que las bandas The Pixies, The Gorillaz Sound System y The Klaxons cancelaron todos sus conciertos; y autores como Henning Mankell, Iain Banks y Alice Walker se unieron al llamamiento. Antes, otras figuras habían cancelado ya actuaciones en Israel (Elvis Costello y Gil Scott-Heron) o apoyado la campaña (John Berger, Naomi Klein, Ken Loach, Judith Butler y John Greyson).
A raíz del ataque a la Flotilla, el ayuntamiento de Swansea (Gales) se unió a la larga lista de ciudades de Europa occidental en excluir a Veolia de los futuros contratos de servicios públicos por su papel en la construcción del tranvía de Jerusalén, que unirá el este y el oeste de la ciudad y consolidará el control sobre los asentamientos ilegales que allí existen. Veolia está ahora intentando vender su participación en el proyecto del tranvía.
Chile tampoco está lejos de la posibilidad de boicotear productos “Made in Israel”. La marca de cosméticos y belleza Maim (agua en hebreo), productos del Mar Muerto, ofrece una serie de productos facturados en los Territorios Ocupados. Esta ubicada en el primer piso del mall Alto Las Condes y en el segundo piso del mall Parque Arauco en Santiago de Chile. Esto es solo un ejemplo de la amplia gama de productos con los que se colabora directa y económicamente a Israel. Además, existen una serie de posibilidades de boicot a través de las actividades culturales, artísticas y académicas que patrocina la embajada de Israel durante todo el año.
El boicot al apartheid de Sudáfrica tardó una década en hacerse visible en un pequeño número de países europeos, y por lo menos una década más para tener un impacto notable en los principales países occidentales. En este caso participan ya activistas de más de veinte países, incluidos algunos de América Latina y el Lejano Oriente, y el Estado de Israel está respondiendo al movimiento como si se tratara de una “amenaza existencial”. Aun hay tiempo para sumarse y seguir resistiendo pacíficamente para lograr efectos concretos y terminar, igual que en Sudráfrica, con la ocupación, el apartheid y la masacre en Palestina.
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