Por Omar Barghouti
Fuente: Boicot Israel
“¿Dónde está el mundo? ¿Están todos muertos?” Así clamaba una madre doliente en Rafah (Franja de Gaza) que apareció en al-Yazira. Ante ella, yacía el cuerpo sin vida de su pequeño.
Enfrentados a la abrumadora opresión de Israel, los palestinos que sufren la ocupación, los de los campos de refugiados y los que habitan en el corazón de la característica forma de apartheid del estado hebreo se vuelven cada vez más hacia el mundo en busca de comprensión, de compasión y, lo que es más importante, de solidaridad. No mendigamos simpatía. Nos ofenden profundamente las actitudes paternalistas porque ya no somos una nación de víctimas desventuradas. Estamos resistiendo la opresión colonial y racial, aspiramos a obtener justicia y una paz auténtica. Por encima de todo, luchamos por el principio universal de una humanidad igualitaria.
Pero no podemos hacerlo solos. Necesitamos apoyo internacional.
La cuestión de Palestina fue creada por el mundo, sobre todo por la parte occidental, y es el mundo el que debe estar a la altura de su responsabilidad para resolverlo. El conocido filósofo francés Etienne Balibar capta este rasgo excepcional cuando afirma que la causa palestina es “universal” porque “representa un test para el reconocimiento de lo que está bien y para la aplicación de la ley internacional” [1]. De hecho, en pocas otras causas en la historia moderna se ha cuestionado de una forma tan tremenda la primacía del imperio de la ley y de los principios morales.
Dada su indiscutible superioridad militar, y lo incuestionable del apoyo omnímodo de que disfruta por parte del único imperio del mundo así como de la falta de voluntad política de los estados árabes y europeos para controlarlo, Israel ha estado violando la legislación internacional con audaz impunidad y con total desconsideración por la opinión de la ONU o de la opinión pública mundial. Solo una presión internacional amplia, sistemática y sostenida puede contribuir a acabar con la injusticia y la opresión de Israel, por medio del establecimiento de su estatus como un estado paria.
Este artículo se centra en la dimensión ética del boicot, una táctica que yo considero no solo una forma justificada de intervención internacional, sino también un imperativo. Más concretamente, se analiza el boicot académico y cultural por su naturaleza obviamente polémica.
La llamada palestina al boicot cultural y académico contra Israel [2] se basa de manera específica en la opresión israelí, sistemática y sostenida, del pueblo palestino, que básicamente adopta tres formas:
Primero: El rechazo de Israel al derecho de retorno de los refugiados palestinos a sus tierras y propiedades, derecho estipulado en la legislación internacional, y la negación de toda responsabilidad por la Nakba, la desposesión masiva y la campaña de limpieza étnica llevada a cabo por los sionistas en torno a 1948 que convirtió a casi 800.000 palestinos en refugiados. Existe casi un consenso total entre los israelíes, incluyendo a profesores universitarios y otros intelectuales, en la negación de los derechos legales y moralmente vinculantes de los refugiados palestinos [3].
La dimensión más peculiar en los discursos israelíes populares y cultos sobre la creación del estado consiste en sustituir el concepto de colonización por el de “independencia” y el de destrucción por “nacimiento”. Incluso “izquierdistas” comprometidos a menudo se lamentan por la pérdida de la superioridad moral de Israel tras la ocupación de Cisjordania y la Franja de Gaza en 1967, como si anteriormente a esa fecha Israel fuera tan civil, legítimo y respetuoso de la ley como Finlandia. Irónicamente, al tiempo que se niegan testarudamente los derechos de los refugiados palestinos, los intelectuales israelíes han desempeñado un papel crucial en las campañas masivas que exigían, y a menudo han conseguido, restitución, repatriación y derechos de compensación para los refugiados judíos de la época de la Segunda Guerra Mundial.
Segundo: La colonización militar de Cisjordania y la Franja de Gaza desde 1967, con todo lo que implica de expropiaciones de tierra, viviendas demolidas, matanzas indiscriminadas, y, de forma más siniestra, el muro colonial, declarado ilegal por el Tribunal Penal Internacional en julio de este año [2004- N. de la T.], que sirve para facilitar el incesante apoderarse de tierra por parte de Israel y la gradual limpieza étnica de los palestinos [4]. Las universidades israelíes, todas controladas por el gobierno, han sido no solo cómplices en planear, mantener y ofrecer justificaciones para aspectos diversos de la ocupación, sino que además han participado de manera directa en actos de colonización. Aparte del enorme número de actos individuales de connivencia por parte de profesores concretos, las propias instituciones académicas nunca se han abstenido de cometer delitos coloniales:
La Universidad Hebrea lleva a cabo un proceso de apropiación de tierras lento y sistemático expulsando a sus legítimos propietarios palestinos en el ocupado Jerusalén Oriental.
La universidad de Tel Aviv (TAU por sus siglas en inglés) hasta la fecha se niega a admitir el hecho de que se asienta sobre un pueblo palestino que fue sometido a limpieza étnica [5]. Algunos de los departamentos de esta universidad mantienen además un vínculo orgánico con el Ejército y con los servicios de inteligencia.
La Universidad de Bar Ilan no solo mantiene un campus en la colonia ilegal de Ariel cerca de Nablus, sino que ha concedido un doctorado honorario a Ariel Sharon por su papel en la reocupación en marzo de 2002 de ciudades palestinas, que fueron testigos de atrocidades en Jenin y en Nablus así como de destrucción gratuita y matanzas indiscriminadas en todas las principales ciudades palestinas y campos de refugiados de Cisjordania.
La Universidad de Ben Gurion ha apoyado de formas diversas la lenta limpieza étnica de los beduinos palestinos en el Neguev y ha sido testigo en un silencio que la condena de una política de discriminación racial aplicada durante décadas en esa zona. En un ejemplo muy descarado, sus profesores llevaron a cabo entre 1995 y 2000 un estudio confidencial encargado por el ministerio de Sanidad sobre la alta incidencia de defectos serios de nacimiento y cáncer entre los beduinos que habitaban cerca de un polígono industrial israelí muy contaminante. Aunque los investigadores establecieron una correlación clara entre los contaminantes industriales y la tasa de mortalidad de los ciudadanos palestinos en esa zona, un 65 por ciento más alta que en comunidades similares de Israel, al igual que la tasa de cáncer, un 50 por ciento más alta, estos hallazgos se mantuvieron en secreto por un acuerdo entre los responsables del estudio y el ministerio. Solo se filtraron a la prensa recientemente y por casualidad [6].
La Universidad de Haifa se jacta de tener a uno de los profesores más racistas de Israel. El profesor Arnon Sofer, el infame “profeta de la amenaza demográfica palestina” que ejerce su gran influencia sin piedad para proporcionar una justificación académica a la limpieza étnica de los palestinos, incluidos los ciudadanos de Israel, de formas y modos siempre novedosos [7]. Es más, la propia universidad ha patrocinado una amplia campaña para encubrir una masacre sionista en el pueblo palestino de Tantura, cercano a Haifa, durante la Nakba, y recurrió a mociones para despedir, desacreditar o silenciar al profesor Ilan Pappe y a uno de sus alumnos por atreverse a revelar los hechos de esa masacre.
Tal vez sea ya de conocimiento público que los palestinos han sufrido graves pérdidas en vidas humanas debido a los 37 años de ocupación israelí. Pero lo que parece escapar a quienes moldean las opiniones dominantes es que durante la actual Intifada, el ejército israelí ha cruzado muchas de sus anteriores líneas rojas, cometiendo crímenes que recuerdan en la forma, aunque desde luego no en la escala, a los crímenes nazis contra los judíos europeos, como manifestó en una ocasión la diputada británica Oona King [8]. Y el ejército israelí representa adecuadamente y la sociedad israelí en su conjunto lo apoya, sobre todo debido al hecho de que el IDF [Israeli Defense Force, Fuerza Israelí de Defensa, nombre del ejército israelí en inglés. N. de la T.] sigue siendo, en términos relativos, un ejército del pueblo [9].
Desde obligar a un violinista palestino a tocar en un control militar cerca de Nablus [10], hasta la ejecución a sangre fría de una niña refugiada en Rafah [11], desde grabar la Estrella de David en el brazo a chicos palestinos a inscribir los números de identidad en la frente o el antebrazo de los palestinos, niños y grandes [12], Israel ha actuado con una criminalidad que produce náuseas y con una impunidad que escandaliza y resulta indignante. A pesar de todo esto, los intelectuales y profesores universitarios israelíes que han llamado de forma explícita a terminar con la ocupación siguen siendo una minoría tan pequeña que resulta un poco deprimente. Además, hasta la fecha ningún cuerpo profesional o cuerpo universitario israelí se ha pronunciado públicamente contra la ocupación y las otras formas de opresión israelí. Si esto no es complicidad, ¿qué es?
Tercero: La tercera forma de opresión israelí apenas se menciona en los medios de comunicación occidentales o en el mundo académico: el sistema de discriminación racial contra los árabes-palestinos [13] que oficialmente son “ciudadanos” de Israel, un estado que categóricamente les excluye de su propia definición y que los castiga severamente cuando al final se atreven a gritar contra la injusticia. Todo el aparato estatal, incluyendo el sistema educativo, está diseñado para mantener a los ciudadanos árabe-palestinos de Israel en un estado de desempoderamiento, en gran medida desposeídos y sin un estatus equiparable en las leyes y prácticas del estado. Es más, a pesar de ser la población indígena, los nativos de la tierra, o quizás por eso mismo, la mayoría colona judía israelí lo ve cada vez más como indeseados, o lo que es peor, como una amenaza demográfica de la que deberían desembarazarse con decisión. Las encuestas de opinión han mostrado de forma sistemática que una mayoría contundente de dos tercios del total de judíos israelíes apoya que “se anime a los árabe a que se vayan” por medios diversos. [14]
En todos los aspectos esenciales de la vida, desde la propiedad de la tierra a la educación superior y el mercado laboral, Israel lleva 56 años practicando su propia forma de apartheid. De todas las formas de discriminación racial, sobresale en particular la educación. Un estudio innovador de Human Rights Watch publicado en 2001 concluye:
“Los obstáculos a los que se enfrentan los estudiantes árabes palestinos desde la guardería a la universidad actúan como una serie de cribas que cada vez tienen los agujeros más finos. En cada etapa, el sistema educativo funciona como un filtro que deja fuera a una proporción mayor de alumnos árabe-palestinos que de judíos. Y los tribunales israelíes aún no han usado nunca las leyes o principios más generales de igualdad para proteger a los niños árabe-palestinos contra la discriminación en la educación. [15]
A pesar de lo dicho más arriba, estoy de acuerdo con quienes alegan que Israel no es idéntico a Sudáfrica, que es un caso más complejo, con más dimensiones e incluso en algunos aspectos hasta más siniestro. Pero, al margen de cómo definamos a Israel, la existencia intrínseca e indiscutible en ese país de un sistema de discriminación racial basado en la identidad religiosa/étnica es lo que motiva las llamadas al estilo de Sudáfrica a la imposición de sanciones contra este país. “Apartheid”, “colonialismo de los colonos sionistas”, “supremacía judía”… etc. son todo variaciones en el nombre de la dolencia. Lo que importa es como curarla del mejor modo posible. Teniendo en cuenta las tres dimensiones de la opresión israelí mencionadas más arriba, se puede concluir que existen suficientes semejanzas entre Israel y Sudáfrica como para abogar por remedios al estilo del país africano.
Argumentos principales en contra del boicot
Ciertos distinguidos defensores de la causa palestina [16] se han manifestado en contra de la aplicación de sanciones y un boicot contra Israel al estilo sudafricano por varias razones, de entre las cuales las más significativas son:
(A) El recuerdo del Holocausto hace que las llamadas al boicot contra Israel sean ampliamente odiadas y resulten contraproducentes por su rechazo popular.
(B) Israel es en esencia un país democrático con una sociedad civil vibrante y por lo tanto se le puede convencer para que termine con su opresión sin necesidad de recurrir a sanciones.
(C) A diferencia de Sudáfrica durante el apartheid, la mayoría de la población en Israel se opone a las sanciones.
(D) El mundo académico israelí es en su mayor parte progresista y está en la vanguardia del movimiento por la paz, por lo que se le debe apoyar, no boicotear.
Contra-argumentos:
(A) Como comenta Etienne Balibar: “A Israel no se le debería permitir que instrumentalice el genocidio de los judíos europeos para colocarse por encima de la ley de las naciones” [17]. Además, al mirar hacia otro lado ante la opresión israelí, como hacen Estados Unidos y casi todos las instancias oficiales de Europa, Occidente ha perpetuado de facto la miseria, el sufrimiento humano y la injusticia que han tenido lugar tras el Holocausto. Solo que los oprimidos son otros ahora: son “las víctimas de las víctimas”, como comentó Edward Said.
En cuanto al argumento de la impopularidad, recientemente se han producido avances significativos en las posturas de la iglesia presbiteriana de EEUU, la iglesia anglicana y ciertas organizaciones judío-norteamericanas, por no hablar del movimiento de boicot de militantes de base que crece rápidamente en Europa. Todo esto apunta a la creciente aceptación en países occidentales de la necesidad de boicotear a Israel. Quienes participaron en el movimiento anti-apartheid en el caso sudafricano a menudo nos recuerdan que ellos también hubieron de enfrentarse a lo que parecían obstáculos insuperables cuando iniciaron el movimiento a finales de los años cincuenta.
(B) ¿Cómo puede una supremacía etno-religiosa que es además un poder colonial ser considerado una democracia? Israel puede ser una democracia para sus ciudadanos judíos, pero es un apartheid para sus ciudadanos palestinos, como se ha alegado más arriba. El profesor de la Universidad de Nueva York, Tony Judt, por ejemplo, describe a Israel como “un anacronismo disfuncional”, incluyéndolo entre los “etno-estados guiados por la fe y beligerantemente intolerantes.” [18]
(C) De todos los argumentos anti-boicot, este refleja o una sorprendente ingenuidad o una deshonestidad intelectual deliberada. ¿Debemos decidir si se deben aplicar sanciones a un poder colonial basándonos en la opinión de la mayoría de la comunidad opresora? Y la comunidad oprimida, ¿cuenta para algo?
(D) Esto es simplemente un mito propagado y mantenido por el mundo académico israelí, que se considera a sí mismo de “izquierdas”. La inmensa mayoría de profesores universitarios israelíes sirve en las fuerzas armadas en la reserva y por lo tanto tiene conocimiento directo de los desmanes que se cometen a diario, pues participa en ellos. Es más, con excepción de una minoría, muy pequeña pero esencial, los académicos israelíes en su mayor parte apoyan la opresión que ejerce su estado o manifiestan su consentimiento guardando silencio al respecto.
Vale la pena mencionar algunos casos tristemente célebres a modo de ejemplo: el filósofo más celebrado de Israel, Asa Kasher, ha proporcionado una justificación “ética” para los asesinatos extra-judiciales, incluso cuando en este proceso se mata o se hiere de forma deliberada a amplios números de civiles inocentes. [19]
El historiador militar más destacado de Israel, Martin Van Creveld, de la Universidad Hebrea, aconsejó al ejército israelí en 2002 [20], en el semanario regional Jerusalen, 1, marzo, 2004, que llevara a cabo un genocidio veloz contra los palestinos, explicando: “Quizá matar a 5.000 o 10.000 no será suficiente y entonces habrá que matar a más.”. Concluye diciendo: “Es mejor que haya un asesinato masivo, tras lo cual saldremos y cerraremos con llave a nuestras espaldas.” Como cualquier pacifista, su objetivo último sigue siendo “salir” de los Territorios Ocupados.
Recientemente Benny Morris ha alegado que se habría podido llegar a la paz en Oriente Medio si se hubiera vaciado Palestina completamente de sus habitantes árabes originarios. [21] Como respuesta, Baruch Kimmerling, profesor de la Universidad Hebrea, escribió: “Permítanme extender la lógica de Benny Morris: si el programa nazi para la solución final al problema judío se hubiera completado, desde luego habría paz en Palestina actualmente.” [22]
Lejos de constituir ejemplos aislados, posiciones tan explícitamente racistas y criminales son bastante populares en Israel. No solo se consienten en universidades, sino que son muy alabadas, a juzgar por el estatus tan prominente del que disfrutan Kasher, Van Kreveld, Benny Morris y otros de su calaña.
Argumentos principales contra el boicot II
Desde una perspectiva ligeramente distinta, algunos académicos han alegado que boicotear a Israel puede resultar contraproducente y que podría desembocar en:
(1) Que se pierda la capacidad para influir en la posible ruta de Israel hacia la paz.
(2) Que sirva para radicalizar a la derecha israelí y para segar la hierba bajo los pies de la izquierda en ese país.
(3) Que indirectamente contribuya a aumentar el sufrimiento de los palestinos, que pueden experimentar pérdidas económicas y pueden incluso ver cómo se deterioran sus condiciones de vida por la opresión de un Israel más aislado y más salvaje.
Contra-argumentos
(1) ¿Qué influencia? Europa apenas ejerce ninguna en este momento. Incluso en EEUU la israelización de su política exterior, particularmente en Oriente Medio, alcanza cada vez cotas más altas, con lo que ata de pies y manos cualquier posible presión norteamericana dirigida a restringir, para no hablar ya de cambiar, las políticas opresivas de Israel. En las escasas ocasiones en que el estado hebreo se ha planteado un cambio de política, ha sido debido sobre todo a que se enfrentaba a presiones concertadas ejercidas por la comunidad internacional.
(2) ¿Qué izquierda? Quienes en Israel se llaman oficialmente “la izquierda”, la izquierda sionista, para ser exactos, hacen que los partidos de extrema derecha en Europa parezcan sin dificultad tan morales como la Madre Teresa, en particular en lo que se refiere al reconocimiento de los derechos de los refugiados palestinos. Por otra parte, la izquierda no-sionista, moralmente consecuente, es un grupo diminuto, cuyos miembros pueden terminar perdiendo beneficios, privilegios y fondos como resultado del boicot. Esto debería obligarnos a calibrar nuestras acciones de boicot, de forma que se reduzca la posibilidad de que esto sea un efecto indeseado de las mismas. Pero, como ya sabemos, esto no es una ciencia exacta (si es que alguna lo es). Antes que centrarnos en el margen de error, debemos hacer hincapié en el impacto positivo que el boicot puede tener en el conjunto del establishment académico isarelí. El precio que puede que paguen algunos académicos de conciencia como efecto colateral inevitable del boicot resulta bastante barato si se compara con el precio que los académicos palestinos, y de hecho todos los palestinos en general, pagan por la ausencia de boicot y de cualquier forma de presión igualmente efectiva sobre Israel.
El tipo de apoyo más urgente que la comunidad internacional puede proporcionar al mundo académico palestino es adoptar diversas formas de boicot contra las instituciones académicas de Israel, obligándolas a que se desvincularse de su connivencia directa o indirecta en la opresión de su estado. Esto servirá no solo a los palestinos, sino a la larga, también a la izquierda moral en Israel, incluidos los académicos. Desafiar al establishment fanático y militarista puede que a corto plazo fortalezca su apego al poder: el populismo extremo y el surgimiento de las tendencias fascistas en Israel actualmente constituyen pruebas de esto, pero a la larga debilitará a ese establishment, como sucedió en el caso sudafricano. En este país, la represión bajo el apartheid no se fue reduciendo suavemente hasta morir.
(3) ¿Mas asfixia? Hasta el mayor defensor sudafricano de los derechos humanos, el arzobispo Desmond Tutu, horrorizado por el estado de sitio tan sofisticado y lleno de capas que ha montado Israel en los Territorios Palestinos Ocupados [23], ha encontrado tantas similitudes entre Israel y la Sudáfrica del apartheid, para hacer una llamada al boicot contra el estado hebreo como el aplicado contra el país africano 24].
Algunos defensores sinceros de los derechos de los palestinos han alegado que boicotear a Israel es un acto de personas que se arrogan una superioridad moral y que ignoran la necesidad apremiante de aliviar el sufrimiento inmediato de los palestinos bajo la ocupación. Pero como he mostrado en otros sitios [25], al margen de todas las intenciones, este tipo de lógica no es simplemente paternalista, pues pretende saber lo que es mejor para los palestinos, sino que además se basa en la premisa inconsciente de que los palestinos tienen necesidades menores a las de otros seres humanos normales. Se implica que la comida, el cobijo y los servicios básicos, que se verían mejor satisfechos sin boicot, según se nos dice, están considerados por los palestinos como más importantes o más profundos que su necesidad de libertad, justicia, auto-determinación, vida digna y la oportunidad para desarrollarse cultural, económica y socialmente en paz.
Desde un ángulo completamente distinto, hay quien afirma, que a pesar de todo lo dicho más arriba, sigue siendo necesario que los académicos e intelectuales palestinos mantengan y fomenten la apertura de canales de comunicación con sus equivalentes israelíes, para debatir, compartir, aprender, convencer, para superar las “barreras psicológicas” y en último término para llegar a una visión común y a una lucha común por la paz.
Permítaseme no estar de acuerdo. Quienes imaginan que basta desearlo para acabar con el conflicto y sugieren ciertos foros para el acercamiento, la distensión o el diálogo, con la esperanza de que estos foros conduzcan a procesos reales de reconciliación y finalmente a la paz, o sufren delirios y requieren atención médica o se engañan peligrosamente.
En primer lugar, dados los señuelos financieros y la manipulación política que normalmente forman parte del paquete de las “sugerencias” occidentales para colaborar, estas últimas se suelen percibir claramente como dictados.
En segundo lugar, cualquier proyecto conjunto que tenga como objetivo alcanzar una paz justa debe estar basado esencialmente en el rechazo de toda opresión y en el reconocimiento de una humanidad común. Antes de que esto suceda, cualquier comunicación es estrictamente un ejercicio en una negociación asimétrica entre opresor y oprimido. Solo cuando se establece la igualdad puede esa comunicación elevarse al nivel del diálogo. El reconocimiento mutuo de una humanidad común es por lo tanto una condición previa esencial para el diálogo, nunca una consecuencia de él. Como solía decir el difunto Edward Said: “Igualdad o nada.”
En tercer lugar, si un miembro de la comunidad opresora en teoría acepta, en principio, los requerimientos para la justicia sin actuar para lograrlos, al tiempo que de forma simultánea disfruta de los beneficios que trae consigo la ocupación, la discriminación racial y el uso ilegal de las propiedades de los refugiados palestinos, entonces esa persona seguiría siendo indirectamente responsable y éticamente se le pueden pedir cuentas de la injusticia que está cometiendo su estado. La reflexión sin acción no basta para exonerar a un miembro de un grupo opresor. Se necesita la acción para convertir el compromiso formal en un proceso de cambio y de transformación ética.
Los israelíes que no dejan de pedir a los palestinos que paguen un precio político por adelantado a cambio de su “noble” reconocimiento de unos pocos derechos palestinos no es que busquen realmente justicia o un final moral para el conflicto. Algunos buscan de forma desvergonzada fondos europeos, otros lo hacen por el prestigio y la fama y algunos incluso participan de este típico comportamiento colonial como una forma de domar a la fierecilla palestina, o de inhibir la resistencia a la opresión.
Una lucha por la paz que vaya separada de la justicia equivale a institucionalizar la injusticia o a hacer que los oprimidos se sometan a la fuerza demoledora del opresor y acepten la desigualdad como si fuera su destino.
Quienes intentan cambiar la percepción de los oprimidos antes que ayudar a terminar con la propia opresión son culpables de ceguera moral y de miopía política. Prolongar la opresión no es solo no-ético, es pragmáticamente contraproducente, pues perpetúa el conflicto.
Para concluir, me gustaría hacer hincapié en la necesidad de aplicar un boicot completo, institucional, dinámico, contra las organizaciones políticas, económicas, culturales y académicas. Sin un apoyo efectivo basado en principios éticos de esta forma civil, no-violenta, mínima de resistencia contra la opresión o por otras formas similares de lucha, los intelectuales y académicos estarán abandonando su obligación moral de defender lo que es correcto, la justicia, la igualdad y la oportunidad de validar el predominio de principios éticos universales.
Omar Barghouti es un analista político palestino independiente. Su artículo “9.11. Expresar el momento en términos humanos” fue elegido como uno de los “Mejores de 2002” por The Guardian. Su dirección de contacto es: jenna@palnet.com
Notas:
Una versión más breve de este artículo fue presentada en el congreso “Resistir el apartheid israelí”, celebrado en SOAS, Universidad de Londres, 5.12.2004.
Investigador palestino independiente, fundador de la Campaña Palestina por el Boicot Académico y Cultural de Israel (PACBI por sus siglas en inglés).
(NOTA DE LA T: Aunque se han traducido los títulos de los artículos mencionados en las notas, estos materiales solo están disponibles en inglés).
1. Etienne Balibar, “Una causa política compleja urgente y universal”, discurso en el Congreso de Profesores Universitarios para la Paz Israelo-Palestina (FFIPP), Université Libre de Bruxelles, 3 y 4 de julio.
2 La llamada palestina al boicot, lanzada por la Campaña palestina por el boicot cultural y académico contra Israel (PACBI por sus siglas en inglés) y respaldada por unos sesenta sindicatos y asociaciones profesionales, educacionales y culturales de las más prominentes en los territorios palestinos ocupados se puede encontrar en http://right2edu.birzeit.edu/news/article178 (en inglés).
3 “Los líderes palestinos deberían tomarse muy en serio el frente unido en Israel que se opone al derecho de retorno” rezaba el editorial principal de Haaretz, 18 de agosto, 2003.
4 Según los pacifistas Gadi Algazi y Azmi Bdeir: “Traslado [eufemismo israelí para la limpieza étnica –Omar Barghouti] no es necesariamente un momento dramático, un momento en que la gente es expulsada y tiene que huir de sus ciudades y pueblos. No se trata de una mudanza planeada y bien organizada con autobuses y camiones cargados de gente. El traslado es un proceso más profundo, un proceso paralizante que está oculto a la vista. El elemento principal consiste en ir minando de forma gradual las infraestructuras de la vida de la población civil palestina en los territorios: esa vida debe ser estrangulada de forma continuada por medio de cierres y asedios que impidan que la gente acuda a trabajar o vaya a la escuela, que tenga acceso a servicios médicos, así como el paso de ambulancias y de camiones de agua, lo que provoca que los palestinos vuelvan a la era del burro y el carro. En su conjunto, estas medidas erosionan el vínculo de la población palestina con su tierra.” Citado en: Ran HaCohen, “Limpieza étnica: pasado, presente y futuro”, www.Antiwar.com, 30, diciembre, 2002.
5 El nombre del pueblo palestino es Sheij Muwannis.
6 Ran Reznick, Ramat Hovav tiene el doble de defectos de nacimiento y casos de cáncer, Haaretz, 1, junio, 2004.
7
Un ejemplo es el “Proyecto Mitzpim”, supervisado por Sofer, que promueve la “conquista” de zonas pobladas por árabes-palestinos por medio de colonias y carreteras de uso exclusivo para judíos.
http://www.haaretz.com/hasen/spages/481680.html
8 Tras una visita a la Franja de Gaza, que está completamente rodeada por una valla, Oona King, diputada judía del parlamento británico, comentó la ironía a la que se enfrentan actualmente los israelíes, diciendo: “al escapar de las cenizas del Holocausto, han encarcelado a otro pueblo en un infierno similar en su naturaleza, aunque no en su alcance, al gueto de Varsovia”. “Israel puede detener esto ahora”, The Guardian, 12, junio, 2003, http://www.guardian.co.uk/comment/story/0,3604,975423,00.html
9 Según las encuestas sobre las opiniones judío-israelíes sobre el servicio militar obligatorio, el factor más importante vinculado al apoyo a la continuación del legado del “ejército del pueblo”, una mayoría contundente está a favor. Por ejemplo, ver la sólida encuesta Peace Index llevada a cabo en abril de 2001 por la universidad de Tel Aviv, http://www.tau.ac.il/peace/Peace_Index/2001/English/p_april_01_e.html
10 Chris McGreal, “Los israelíes indignados por la imagen de soldados que obligan a un violinista a tocar en un control”, The Guardian, 29, noviembre, 2004.
http://www.guardian.co.uk/israel/Story/0,2763,1361755,00.html
11 Amos Harel, “Totalmente illegal”, Haaretz, 23/11/2004. http://www.haaretz.com/hasen/spages/504878.html
12 Serge Schemann, “Al menos 17 personas mueren en un ataque israelí contra un campamento palestino en Gaza”, New York Times, 12/3/2002.
13 Según la organización Physicians for Human Rights-Israel (Médicos por los Derechos Humanos-Israel): “Aunque los ciudadanos palestinos del estado de Israel representan aproximadamente 20% de la población, esta comunidad sufre una discriminación institucionalizada que genera severas diferencias socio-económicas entre la mayoría judía y la minoría árabe. No se ha hecho una inversión significativa para remediar estas diferencias. Por el contrario, la población palestina sigue sufriendo la falta de fondos y la discriminación en muchos aspectos, incluyendo el empleo, la educación, políticas inmobiliarias y de urbanismo, y servicios de salud.” http://www.phr.org.il/Phr/Pages/PhrArticle_Unit.asp?Cat=37&Pcat=4
14 Yulie Khromchenco, Encuesta: “64% de judíos apoyan el que se anime a los árabes a que se vayan”, 22, junio, 2004.
15 Human Rights Watch, “Segunda clase: Discriminación contra los niños árabe-palestinos en las escuelas de Israel, septiembre, 2001. http://www.hrw.org/reports/2001/israel2
16 Por ejemplo, Noam Chomsky, describe las sanciones como “probablemente dañinas y en el mejor de los casos inútiles”, alegando: “En las presentes circunstancias del mundo real, una llamada a aplicar sanciones, aunque estuviera justificada, les encantaría a los extremistas de derechas y a los partidarios de la línea dura, porque lo podrían convertir sin dificultad en una “prueba” más de que todo el mundo desea eliminar a los judíos y por lo tanto debemos alzarnos para apoyar al pobre Israel para impedir otro Holocausto.” ZNet, May 31, 2004. http://blog.zmag.org/ttt/archives/000492.html
17 Etienne Balibar, ibid.
18 Tony Judt, “Israel: La alternative”, New York Review of Books, Vol. 50, número 16, 23, octubre, 2003. http://www.nybooks.com/articles/16671
19 Reuven Pedatzur, “El filósofo del ejército israelí”, Haaretz, 24, febrero, 2004.
20 Ran Hacohen, “Contra las negociaciones”, Antiwar.com, 28, marzo, 2002.
http://www.antiwar.com/hacohen/h032802.html
21 Benny Morris, “Un Nuevo éxodo para Oriente Medio”, The Guardian, 3, octubre, 2002.
http://www.guardian.co.uk/israel/comment/0,10551,803417,00.html
22 Baruch Kimmerling, “Falsa lógica”, The Guardian, 5, octubre, 2002.
http://www.guardian.co.uk/letters/story/0,3604,805123,00.html
23 Desmond Tutu, “Apartheid en la Tierra Sagrada”, CounterPunch, 29, abril, 2002.
24 Desmond Tutu, “¿Desinvierto de la ocupación y del apartheid?”, CounterPunch, 17, octubre, 2002.
25 Ver “Sobre la creatividad y la ética de los refugiados”, ZNet, 28, septiembre, 2002.
http://www.zmag.org/content/Mideast/bhargoutirefeth.cfm
Omar Barghouti.
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